Hoy más que nunca añoro tus fiestas de fin año, allá arriba en el silencio helado de nuestra plaza, en el azulino cielo de nuestro pueblo, imposible no recordar, los cantos de madrugada en la iglesia fría de ventanas grandes.Extraño tu mirada dominante y desafiante que nos exigía a no perder la fe, extraño sobre todo eso.
Sabes del odio que tengo de estas noches limeñas de fiestas, llenos de cohetes y luces artificiales, de comidas extrañas, abrazos inciertos y besos traidores, tú lo sabías y me dejaste.
Con quien bailo esos huaynos ahora, con quien elevo cuan vueltas de molino, esas polleras y esos ponchos. Ya nadie utiliza sombrero, como debo hacer la inclinada, el alarde o el saludar garbo, la entrada a una fuga de un huayno triste que bailábamos alegres.
Extraño tus mantas, aquellas que compartías para abrigar nuestras rodillas, a cambio de cerrar los ojos frente a la plegaria colectiva. Costumbres que en silencio cuidaste por más de medio siglo. Extraño decir que soy el sobrino de la mayorala.
En las fiestas de Lima no se entierra nada, no se escarba en absoluto y las almas solo penan en cada miedo capitalino, no se alude en mínimo a la tierra sagrada, todos miran hacia arriba, al cielo estrellado de pólvora china, se intercambian cajones coloridos de marcas muy extrañas llenos de regalos, llamados amor.
Extraño la mesa tendida de panes silvestres, con figuras graciosas y ojos saltones, antojo por las tardes esas mazamorras y dulces de siete sabores, el olor a la coca, la caña y la ropa guardada.
Extraño vieja querida, ese caldo de mote en la madrugada, hervor que rodeábamos para calentarnos, burlándonos de las cabezas sacrificadas y las lenguas mudas, de aquellos carneros que días antes, jugábamos cuesta arriba.
Te fuiste sin despedirte, sin encargar, siempre lo hacías, siempre reflexionabas sobre la muerte, como solo tú lo hacías.
Me deprime no escuchar ese castellano “aquechuado” peculiar y ese quechua “catellanizado” irónico, sobre todo cuando relatabas esas historias que parecían exageradas, inverosímiles, dolorosas, pero que las convertías en anécdotas graciosas y lecciones para la vida.
Un año más sin ti, contigo murieron costumbres ancestrales que solo ha quedado en vuestra oralidad, que trato de recordar ahora, pero que las bulliciosas fiestas de esta Lima gris y tibia no me dejan.
Jaime Montes (31-12-12)
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