Ishi el último nativo (no contactado) de EEUU


Ishi en el momento de su 'captura'
El último nativo (no contactado) de la California septentrional que vivió fuera de la influencia de la cultura occidental de los Estados Unidos tiene las mismas facciones de los andinos de América. Se llama Ishi posiblemente nació alrededor de 1860 y murió el 25 de marzo de 1916, fue el nombre dado al último miembro de la tribu de los yahi de California. La palabra ishi significa hombre en idioma yahi.

Pertenecia a la tribu de los yahi, es decir, un subgrupo de los yana que vivían al sur del territorio yana entre los ríos Mille Creek y Deer Creek, al este de Sacramento, en las laderas del Mont Lassen.

Lo yahi eligieron permanecer "libres" y vivieron más de 40 años recluidos en la clandestinidad. En 1908 no eran más que 4 y, tras el descubrimiento por una expedición de técnicos de una presa hidroeléctrica de su último escondite, no quedó más que uno, Ishi.

Fue utilizado como especie de museo y por ello nunca una corbata fue tan grosera y es que era presentado como el último "indio salvaje" de los EE UU, pero en realidad su verdadero nombre no lo compartió con nadie porque en su tribu, los Yahi, del grupo de los Yana, los nombres propios sólo se mencionaban para insultar y revelarlos era como entregar tu intimidad. Ishi significa hombre y así le llamaron los colonos que lo encontraron el 29 de agosto de 1911, cuando intentaba robar un trozo de carne en Oroville, en el norte montañoso de California.

Se cubría con una piel, llevaba un cayado largo, estaba extremadamente desnutrido —luego se supo que llevaba tres años nomadeando sin rumbo y en solitario por la zona— y escapaba de una ola de incendios forestales que le había dejado sin refugio.


Como no sabían qué hacer con él, los vecinos le dieron cobijo en la cárcel del pueblo. Cientos de visitantes se acercaban a ver al "salvaje", cuya "captura" apareció en los diarios con la categoría de una gran noticia.

Hasta mucho después a nadie le pareció necesario indagar sobre la historia previa de Ishi, que no había sido precisamente edénica. Nacido cuando la comunidad yahi de California era de unas 400 personas y el pueblo Yana de entre 1.500 y 3.000, vivió en los bosques umbrosos del norte del estado, entre el llano pluvial de Central Valley y las montañas alpinas de Sierra Nevada.

Como todos los yahi, era buen cazador de ciervos, creía en una cosmogonía manejada por el equilibro entre el zorro (el viento) y el coyote (el fuego), moraba en cabañas de tipo wigwam en forma de domo y hablaba un idioma que tenía muy poco que ver con los patrones morfológicos de los otros dialectos indígenas de la región.

Lo lejano y escarpado del país cuidó de los yani hasta que alguien, en torno a 1848, descubrió en la zona grandes yacimientos auríferos. La Fiebre del Oro de California fue una época de gatillo fácil y limpieza étnica consentida por motivos económicos para permitir a los buscafortunas sacarse de encima a los indios sin temor a la ley, utilizar los acuíferos a su antojo e incendiar los bosques. La población nativa del estado, estimada en 150.000 habitantes en 1845, disminuyó a menos de 30.000 en 1870. Los poblados Yahi sufrieron varias masacres genocidas e Ishi fue el único superviente.

Desde el 4 de septiembre de 1911 todos los movimientos del "último salvaje" están tabulados. Dos profesores universitarios de antropología lo trajeron a San Francisco y lo convirtieron en objeto de estudio: grabaron su voz, lo entrevistaron con ayuda de indios de otras tribus, aplaudieron sus dotes artesanas y lo convirtieron en la gran atracción del Museo de Antropología, inagurado en octubre y visitado en los siguientes seis meses por 24.000 personas encantadas de ver a Ishi disparar con arco y gran precisión contra una diana situada a más de treinta metros.

En la foto Ishi con Alfred L. Kroeber (1911)
Le trataron bien pero con la benevolencia paternal de un padre blanco. Tenía a su disposición un cuarto en el museo, pero Ishi prefería pasar las horas en una cueva, cerca de un bosquecillo. No le disgustaba la ciudad, aunque temía quedarse atrapado cuando estaba en una multitud y se mostraba especialmente receloso cuando había mujeres presentes.

Sus benefactores, que viajaron con Ishi de regreso a las tierras altas donde había nacido para explorarlas, le ofrecieron dejarlo allí, pero se negó en redondo y pidió, sin dar explicaciones, que le llevasen de regreso a San Francisco.

El 25 de marzo de 1916, después de menos de cinco años entre los hombres blancos, Ishi murió de tuberculosis, una enfermedad que había viajado a América, como los colonizadores, desde Europa.

Pese a que las creencias de su pueblo establecían que los cadáveres debían realizar el tránsito hacia el otro mundo sin haber sido manipulados, los médicos le practicaron una autopsia y le extrajeron el cerebro, que fue enviado a un museo de Washington. Tras reclamaciones legales que se alargaron durante décadas, los colectivos de nativos americanos lograron la devolución de la masa encefálica en 2000. Finalmente, las cenizas íntegras del último indio salvaje fueron enterradas en un lugar no revelado del norte de California.


Vivio en el museo de antropología de la Universidad de California en San Francisco dónde permaneció el resto de sus días estudiado por los antropólogos Alfred Kroeber y Thomas Talbot Waterman.

La historia de Ishi se popularizó a raíz de un libro de Theodora Kroeber, esposa de Alfred L. Kroeber, que usó las notas y comentarios de su marido para crear la historia de un hombre al que no había conocido.

El libro Ishi in Two Worlds (Ishi en dos mundos), se publicó tras la muerte de Alfred Kroeber en 1960. Ishi fue muy importante ya que de él se saca la siguiente frase citada textualmente:

Cuando el último árbol sea cortado, cuando el último río sea contaminado, se darán cuenta que el dinero no se come.




Basado en el articulo de Jose Angel Gonzales
http://blog.rtve.es/distritolatino/2012/09/ultimo-indio-salvaje.html

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