Al compás de la calma. La Quiulla Danza


Es la danza andina que más amo, no sólo porque lo bailé de niño, sino que a diferencia de las incontables danzas que existen en el ande peruano éste no se inspira en las clásicas burlas al patrón, gamonal, al poderoso u otros de índole clasista; tampoco hace referencia a la esclavitud, a las guerras u otras contradicciones "disque" marxistas, tampoco juega con las creencias del demonio, del diablo u otros personajes mitológicos raros y "colorinches", es una danza que sale del molde panteísta y machistas.

Esta performance que se vive solo en navidad y solo en San Pedro de Cajas es quizá uno de las pocas danzas andinas que te invita a comprender la importancia de la equidad (incluso de género), es un mensaje a vivir en libertad pero mirando al colectivo, es una afrenta el amor egocéntrico y nos condiciona al amor solidario, al desprendimiento e incondicional por el más débil, es la representación fina de la naturaleza local, es un baile sinérgico entre el blanco y el negro, nos permite crecer espiritualmente a través del aleteo sincronizado del sonido de las campanillas.

Juegan con la contradicción, implícita en el blanco y el negro y esa radicalidad de colores contrasta maravillosamente con el verde intenso y el azul infinito de la sierra.

La última vez que lo bailé tenía 9 años y desde entonces no se me quita de la memoria esa tonada simple y profunda que dibuja con maestría y elegancia el espíritu del ave más bello de la pampa y no sólo por su color matemático y su vuelo de ángel, sino porque es una ave de carácter mágico que te invita siempre a la calma y al silencio cuestionador.

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