Pude pasar con firmeza pero sin mirar, obviando tremendo arte. Esa obsesión nuestra de ir solo para adelante sin contemplar las bellas laterales de nuestro camino.
Pero por suerte me detuve a contemplar este intenso azul, ese hoyo rodeado de fierro que me sacaba la lengua de hielo para detener el tiempo, mi tiempo.
Por eso educar a niños es construir delicadamente su mirar. Si, ese mirar con humanidad, con arte, con intensidad. Es decir, enseñar a observar para desplegar en ellos infinitas preguntas...solo así habremos logrado la tarea sagrada de liberarlos de la sumisión y el pragmatismo pero sobre todo del caminar ciego del arte que nos rodea.
Piscobamba. (12.03.2011)

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