Adorar a la tierra es recodar a nuestros antepasados, hablar con nuestro abuelos y dar cuenta si el retorno a ella ha sido fructífero, cuesta mucho que las nuevas generaciones entiendan este sentir cíclico de la vida, no es fácil lograr en los jóvenes que combinen tecnología y nuevas formas de relacionarse con tomar la tierra y lograr conectarse con sus raíces y su identidad.

Las fiesta patronales en los pueblos andinos incluido la mía están progresivamente perdiendo esta conexión con la tierra, los pueblos convierten una fiesta de adoración que telúricamente te humanizaba a una fiesta donde el ego con rostro occidental se apropia de lo fundamental y lo convierte en banal.

Estos días para mi, significaron una esperanza que me invita a creer que la agonía de la cultura andina puede revertirse, espero. Luego de 50 años una costumbre perdida se rescata.

Gracias Clides Condor por esta iniciativa de revalorar con los jóvenes la adoración y el amor a nuestra tierra, fueron momentos mágicos, verte bailar con tu anciana madre como lo hiciste, ahogándote con tu propio llanto de felicidad y rabia ha sido unos de los momentos que difícilmente dejaré de sentirlo, rabiarlo y celebrarlo.

No sabes cómo has fortalecido mi vocación de docente, si, aquella profesión que nos invita a luchar contra la marea para seguir creyendo que humanizar a nuestros alumnos es aún posible.

Entiendo que la fiesta continua, sigue celebrando amigo, gracias, ojalá que los nuevos mayordomos sigan tu ejemplo. Ojala que los disfraces, los toros, pirotécnicos, las bandas musicales, el alcohol, el afán de figuración, las etiquetas, la sobreestima, y el olvido del pasado se vayan diluyendo para dar paso a lo fundamental, la fe, la solidaridad como estilo de vida, la identidad terrenal, la humanización a partir del agradecimiento y el desprendimiento.

Como diría Arguedas respondiendo al padre Gutiérrez: “…yo siento a Dios de otro modo”,

Gracias amigo por ayudarme a beber de mi propio pozo.

No hay comentarios: