Cuando nuestra caminante llegó a la escuela, la profesora Yolanda se asustó, muy temerosa justificó y se disculpó por no cumplir con algunas directivas, pues había decidido cambiarlo todo crearlo todo, innovar a la luz de las demandas de la comunidad, nadie había llegado hasta entonces, por suerte, pues le permitió poco a poco en dos décadas curar, reconciliar y construir esa relación difícil de escuela - comunidad.
No les voy a contar como es la escuela por dentro, tampoco como desarrolla su estrategia pedagógica, pues vivirlo y sentirlo es la única manera de comprenderlo, no les voy ahorrar el viaje de horas interminables ni la caminata de 5 horas que tuvo que asumir nuestra caminante.
A inicios de los 90, según testimonio de la maestra, Sendero había dado la orden de eliminar a todo representante del estado entre ellos a los docentes “traidores”, pero también los militares ordenaron a la comunidad cuidarse de los docentes con discursos terroristas, la comunidad se replegó, pues diversas masacres y fosas comunes habían exterminando sus esperanzas.
Yolanda inició sin alumnos, con miedo, pues los padres se negaban a enviar a sus hijos, tampoco se acercaban a la escuela, estaba prohibido limpiar las pintas y realizar actividades fuera del aula, como diría ella “estuve encarcelada en mi propia escuela”, el centro estaba destinado a desaparecer.
Se armo de valor y decidió caminar casa por casa en una periferia de 50 km tejiendo esperanzas entre las familias, empezó a realizar sus clases en los campos más cercanos, luego los animó a venir a la escuela, brindó comida a sus alumnos para animar y apoyar a sus padres, su sazón fue arma letal, decidió convertirse en el mensaje vivo de la Reconciliación y la Verdad, recuperó el rol del estado y no descansó hasta lograr convertir a la escuela en el eje motor de la comunidad, como diría un padre de familia “antes nos avergonzaba la escuela, hoy es nuestro mayor orgullo”.
Entre los acuerdos más simbólicos aparte de reconstruir la escuela, que la maestra acordó bajo acta con la comunidad - luego de interminables asambleas populares - fueron que los padres pudieran ingresar a las clases a cualquier hora para supervisar y eso sin querer se convirtió para la profesora en arma para evangelizar, ganó a los padres a punta de miradas pedagógicas y disparos de alegría y cantos; la comunidad exigió también que se use el quechua, que los alumnos asistan con sus vestimentas y no el uniforme oficial, la profesora ha tenido que aprender el quechua y cambiar su vestimenta, un día, en un baile dentro de la escuela fue consciente que se había convertido de profesora excluida a maestra inspiradora.
Hablar con ella es como encontrar a un volcán reprimido de historias, las ganas de hablar le alimentan la emoción y las lagrimas esta vez es por orgullo, escucharla hablar horas y horas es la mejor manera de entender mejor la historia de nuestro país.
Un abrazo a Yolanda y a Luz Santiago por su terquedad para identificar, revalorar y caminar con pasión y brindarnos este nuevo hallazgo para el Ministerio De Educación del Perú
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