A finales de los 80 se instaló en la av. Wilson algunos centros de formación en computación y sus promotores iniciaron una campaña masiva llegando a cada colegio de los conos de Lima para promocionar sus cursos. Uno de ellos era la empresa ITAC ubicado en el pasaje Nueva Rosita en la cuadra 12 de la av. Wilson.
La estrategia utilizada por ITAC era brindar “medias becas” a estudiantes de 5to de secundaria, además con la ventaja de contar con las primeras hojas fotocopiadas que te explicaba a detalle los últimos programas de computación, Qbasic, Clipers, Pascal, Cobol y claro la cola de códigos del D.O.S eso si con ejemplos de los .bat para aglutinar comandos, ¡lo máximo!.
La estrategia utilizada por ITAC era brindar “medias becas” a estudiantes de 5to de secundaria, además con la ventaja de contar con las primeras hojas fotocopiadas que te explicaba a detalle los últimos programas de computación, Qbasic, Clipers, Pascal, Cobol y claro la cola de códigos del D.O.S eso si con ejemplos de los .bat para aglutinar comandos, ¡lo máximo!.
El Ingeniero Sánchez era un gordo empeñoso que captaba a escolares con algo de habilidad en los colegios públicos, su objetivo era enseñar a programar a escolares baratos para sumarlos a sus proyectos de negocio y como no me gustaba el colegio de entonces decidí faltar recurrentemente para ir a las clases del Ing. Sánchez.
En confianza le solía llamar Sancho, por su gordura y sus cachetes brillosos, por su parte él me decía “quijotito” y siempre decía “no por lo soñador sino por tu curiosa nariz de pene muerto”.
De agosto a diciembre del 87 integré el primer grupo de programadores jóvenes de Sancho que con mucho ímpetu y dedicación logramos “graduarnos” con un certificado firmado por su empresa y una USE de Lima, en aquel entonces programábamos en papel y lápiz para luego pasarlo a los lenguajes computacionales, logramos dominar lo elemental de casi todos de los lenguajes de programación, nos quedábamos hasta la media noche practicando. Sancho contaba con 4 computadoras Commodore 64, todas monocromáticas que había comprado gracias a una liquidación que una empresa le había dado luego de un juicio.
Sancho tuvo que renunciar por que fue descubierto vendiendo fuentes de programas privadas a otras empresas, era un mago de la programación pero sobre todo era un genio para enseñar. Mirando en perspectiva era sin duda un ingeniero que por su vocación a enseñar se convirtió en un docente innovador empírico.
Recuerdo que Íbamos a las tiendas y restaurantes de la av. Tacna, Chota y Colmena y aplicábamos una especie de encuestas, luego en grupo identificábamos nudos en distintos procesos, ya sea de compra, de venta, de atención o inventario, lo que sea, la clase se convertía en un centro de discusión y construcción para luego idear en grupo algoritmos que solucionen dichos nudos o problemas identificados. Nuestra centralidad estaba en la búsqueda de soluciones antes que memorizarnos los códigos y comandos, pues éstas se aprendían muy fácilmente en el proceso de ensayo-error de construcción pensante de los algoritmos.
Luego de un año pasamos de asistentes de laboratorio a profesores, ITAC creció y sus alumnos se multiplicaron, la mayoría de ellos servidores públicos, empleados de bancos y algunas empresas, el boom de los sistemas había empezado a nacer y los centros de formación tan baratos como ITAC eran escasos y era una oportunidad para Sancho; recuerdo que vino a nuestro laboratorio el entonces senador Chirinos Soto, aunque no hablaba mucho aprendía muy rápido lo elemental, el senador vino con una urgencia, contar con un programa que indexe las leyes del congreso desde los años 50; en ese entonces aun no existía los programas de biblioteca y por ello decía el Dr. Chirinos que hacer las leyes en ese tiempo requería de un equipo de soporte que esté dispuesto a zambullirse en toneladas de papeles. También llegaron periodistas del Comercio, coroneles de la marina e ingenieros. Sancho mejoraba sus fuentes y en un día podía ganar lo que un empleado de entonces podía ganar en un mes.
Un día cualquiera la fiscalía y un grupo de policías llego a ITAC, buscaban a Sancho, la denuncia que pesaba sobre él ya había prosperado, tenía orden captura, pero Sancho se hizo humo, los policías y otros enternados cargaron con todo el laboratorio, se llevaron hasta las fotocopias. En ese momento junto a dos de mis compañeros estuvimos enseñando y de pronto nos quedamos impávidos sin entender lo que pasaba, sin mundo, sin sueños, ni nada, las fuentes de proyecto realmente innovadores de Sancho como por ejemplo su proyecto del primer antivirus del Perú, y hasta una especie de gestor de redes tipo un Facebook interno fueron llevados como papas en disquetes hacia una comisaria de la Av. Canevaro de Lince; un comandante dijo a un compañero que se atrevió a reclamar que los disquetes que albergaba toda la producción intelectual de Sancho habían sido aplastados por una niveladora de 10 toneladas.
Sancho se fugó a EEUU y nosotros fuimos captados por nuevos negociantes que imitaron la idea de negocio, naciendo así la primera galería de Wilson, en la cuadra 11, luego en la cuadra 10 y años más tarde en la cuadra 9, los dueños de las tiendas y empresas de entonces eran negociantes habilidosos pero sin conocimientos del lenguaje computacional, vieron sin embargo una oportunidad de ganar dinero fácil Hackeando programas formales, abriendo códigos y descifrando encriptaciones, ósea mantener a los mejores Hackers como gallinas de huevos de oro.
A diferencia de Sancho que nos regalaba horas gratuitas en sus máquinas, estos negociantes nos llevaban a fiestas exclusivas “todo incluido”, todo pagado, una estrategia para reteneros, era algo así como fichar jugadores de futbol y así se abrió desde la clandestinidad para la gente pobre el Instant Artis, Flow, Print Magic, Word Star así como cientos de programa y juegos tanto educativos como de luchas.
Como todo adolescente en ese entonces mis compañeros y yo no fuimos conscientes en que lío nos estuvimos metiendo, hasta que nuevamente la fiscalía con un arsenal de inspectores cargaron en un camión a una docena de negociantes torpes y gordos, levantando todo cuanto se podía de las oficinas, se llevaron hasta los tachos de basura, gracias a nuestra apariencia de niños solo fuimos espantados del lugar, porque ni libreta electoral teníamos.
Los negociantes si bien nos pagaban bien y nos brindaban diversión, Sancho nos explotaba pero nos inspiraba, así que en su honor fundamos una red de programadores y decidimos independizamos formando el primer círculo de programadores freelands, una comunidad clandestina que en los 90 determinó una era en la aplicación de sistemas de seguridad para empresas.
Muchas de las ideas de Sancho fueron convertidas en fuentes y se creó una especie de regalías cuando éstas pudieron venderse a empresas grandes para ayudarle. Quizá el más valorado fue sin duda el empaquetador y el generador de disco duros virtuales, programas que permitían funcionar una 286 al triple de su capacidad, pero como jamás fue patentado así como otros programas éstos simplemente fueron a pasar de dominio público.
El negocio de los programadores exclusivos o hackers decayeron con la llegada de internet y la lluvia de empíricos egresados de los diferentes institutos abarataron los sueldos, en la actualidad la Av. Wilson centraliza el tráfico de software y sistemas de toda América Latina y hoy es el clúster más grande de la región con todas las marcas multinacionales tecnológicas insertas ahí, un legado que Sancho ojalá sea consciente.
Hace uno días luego de 20 años Sancho se contactó conmigo a través del Facebook, le conté que me quede como 15 años trabajando en las galerías de Wilson y pase de todo, éxitos, desgracias y amores, pero también le dije que nunca jamás se había repetido esa intensa época de noches interminables con gritos recurrentes de “eureka”, le dije también que extrañaba tejer soluciones nadando en océanos de creatividad gratuitamente, solo por el amor de aprender.
Sánchez recuerda esos tiempos y dice no ser pobre, al contrario está muy bien económicamente en Nueva York, pero escribió diciendo “aun cuando fui pobre en ese tiempo, nunca fui tan feliz como esos días, sentía que descubría y dominaba el mundo” y como si fuera una sentencia me escribió: “Quijotito como deberá frustrarte recordar esos tiempos de libertad y creatividad”.
Escribía Dante Alighieri en el canto quinto del infierno: "No hay mayor dolor, que en la miseria recordar el tiempo feliz, y eso tu doctor lo sabe."

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