Maura

Persistente e inquietante extrañeza, mi doctora de mansalvas actitudes a la realidad, me lacera profundamente y en cada gesto azucarado me confirma que el amor no basta. 

Te miro como desmemoriado, te miro como si fuera la primera vez que te miro, te abrazo y te cubro con mi enorme capa de esperanza, como cargándote, por si acaso, una mochila de últimos abrazos, sumando madurez a tu lomo de niña árbol. 

Aunque no tengo la mínima capacidad para saber que pasará mañana y todas las mañanas que vendrán, la fe esta ahí, sentada apacible como queriendo tejernos un columpio de seda, al borde de nuestra complicidad, al borde de las promesas que un falta por hacer.

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