4 de Junio de 1998, crónica.



Un grupo reducido de estudiantes de la Cantuta sube al chosicano, nos bajamos en Plaza Grau y la marcha rala de 80 jóvenes marchaba rumbo a la plaza San Martín, nos encontramos en el camino con otros compañeros. Sin saberlo tres infiltrados y una bella informante del SIN, empeñosos y acomedidos nos acompañaban, luego serian nuestros verdugos en la cárcel, pero esa es otra historia.

Los radicales pro sendero cuestionaban el uso político de la concentración, me acusaron de traidor por coordinar con los partidos políticos y otras “agrupaciones burguesas”, aun así la marcha continuó, nos unimos al grupo mayor y expulsamos a los radicales, luego pagaríamos muy caro dicho atrevimiento.

Nuestro pequeño grupo se unió a los estudiantes de San Marcos y Villarreal, que fueron sin duda los más numerosos, nuestra banderola roja de 5x2 con el lema “la sangre derramada jamás será olvidada” provocó cierto rechazo y cuestionamientos de algunos grupos sobre todo de las estudiantes de las universidades privadas, nos obligaron a guardarla.

Poco a poco la marcha se desordenaba, no se respetaron los acuerdos. La noche anterior los dirigentes habíamos acordado la ubicación de la delegaciones, los lemas y otros aspectos logísticos, pero nunca se habló del Pasaje Olaya donde ocurrió la masacre, ocurrió muchas discrepancias, los estudiantes de la universidad nacionales nos opusimos el uso de los polos blancos y la presencia de políticos al frente, nos retiramos de la reunión en medio de protestas, dos demandas en disputa no lograba unificar a los estudiantes, un grupo conservador ponían énfasis en la lucha por el restablecimiento del orden jurídico que incluía la desmilitarización de las universidades y otro grupo más contestatario planteaba el derrocamiento de la dictadura, este último grupo era la minoría, hasta ese día.

La marcha desde su nacimiento estaba dividida, pero era irrelevante, la indignación había crecido, a las 6.00 pm la esquina del jr. Carabaya y la av. Emancipación estaba aglomerada y colorida, un centenar de chicos con polos blancos iban a la retaguardia. Desde el jr. Lampa los estudiantes de los institutos y un grupo reducido de docentes del Sutep y dirigentes de la CGTP apoyaban la vanguardia.
La policía cercó la plaza de armas, mil personas aproximadamente marchaban de manera desordenada por el Jr. Carabaya en la puerta de la Iglesia de la Merced un grupo de policías nos ordenaron a retroceder y con ello empezó la historia.

La aguerrida actitud de un dirigente de San Marcos detonó la rabia, la turba decidió romper el cerco y corrimos por encima de los policías, decenas de banderolas y carteles en el piso hicieron que muchos se tropezaran, la mayoría se había replegado, los policías en número reducido retrocedieron y dispararon las primeras bombas lacrimógenas, la mitad de la turba logro pasar y logramos llegar al jr. Ica.
Los policías se recuperaron en número y cercaron el jr de la unión y lograron cercarnos por los cuatro lados, la turba corrió al pasaje Olaya sin sospechar que era un callejón sin salida, muchos periodistas y algunos docentes ingresaron también, prosiguió una tensa calma de 30 minutos aproximadamente, olas de gritos, un cartel de Jesucristo, mochilas, telas mojadas en la boca, consignas y pequeñas puyas con los policías fueron el preludio. La orden de desalojarnos llegó a través de un policía que gritó a salva “en línea, avancen carajoo”, solo quedaba alrededor de 300 personas aproximadamente y todos fueron agredidos sin poder salir por ningún lado, sin piedad se disparó bombas lacrimógenas, decenas se desmayaron por los golpes y fueron rescatados arrastras, los caídos fueron golpeados en el piso y fueron atacados con patadas en la cara, de pronto los policías nos duplicaban en número y fuerza.

De la Cantuta 5 fueron los hospitalizados, entiendo que fueron casi un centenar los heridos, 20 de gravedad, incluía a una señorita ambulante que por causalidad pasaba por ahí, hasta hoy me reencuentro con algunos de ellos y recordarnos ese día remirando con nostalgia las marcas en el alma y las cicatrices imperceptibles.

Recuerdo que junto a decenas de contusos y sangrantes pernoctamos hasta el día siguiente en los locales cercanos de los gremios sindicales, la policía empezó a buscar a los dirigentes, las discrepancias fundamentales habían fenecido, todos estábamos convencidos que la dictadura existía y estaba en celo, la lucha se fortaleció.

La prensa calló esta masacre, pero gracias a ello, el jueves 11 de junio se desarrollaría la marcha de jóvenes más grande de los últimos tiempos y el nacimiento de un movimiento estudiantil que logró derrocar a la dictadura más corrupta de la historia.

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