Las dolencias son efímeras, pero es una prueba de cuan frágil es la vida, pero también nos ayuda a creer cuan fuerte podemos ser para no temer a la muerte, la enfermedad es un filtro perfecto para transparentar a tus amigos, los verdaderos, que no pensabas tener pero que ahí están fastidiándote para bien, ya lo verán, a todos nos toca adolecer algún día.
Las dolencias te confirman que no siempre el cuerpo está a la altura del espíritu, así me confirmo Alberto Chávez un paciente desahuciado que paradójicamente me ha llenado de vida y mucha esperanza, gracias amigo.
Me ayudaría mucho ir al mar, sé que ahí están todas las respuestas, también quiero ir a la sierra porque ahí están todas las energías, pero eso es solo un deseo frívolo, la realidad es que, debo volver rápido a trabajar, ir donde están los problemas, de eso se trata, crear soluciones creativas, generar nuevos caminos y concatenar las energías dispersas en todas las regiones de mi país, extraño mucho eso, extraño a mi equipo.
Si de algo sirvió esta dolencia es que me ha demostrado que el centro de gravedad de todo aprendizaje es tomar conciencia de lo vulnerable y limitado que somos, por ello aprender no solo depende de nosotros sino de saber leer los destellos y signos de lo que nos rodea, ahí está la clave para el maestro.
Enseñar a leer, pero leer la vida que nos rodea, enseñar a sumar pero a sumar emociones positivas de los otros.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario