Cada primero de mayo llevaba a mis grupos de catequesis a realizar grandes fogatas, como no sentir la ausencia del pasado al recordar esos caminos de peregrinación agotados de fe, alegría y polvo. Todos los jóvenes provenían de los asentamientos humanos que apretaban el cinturón de ese inmenso cerro, que además es el más empinado de Vitarte. Antes estuvo rodeado de miseria hoy es cabalgado por la misma miseria tan igual como en los noventa.
En tiempos de Malls, Larco Mar y Cinemark, éste es un cerro inmenso que se viste como Ekeko lleno de colores de humildad, resignación y emprendimiento. Cada noche siento que esos ciudadanos maravillosos me acompañan con su paisaje inyectándome por si a caso esa dosis de indagación que jamás debemos perder para entender las nuevas caras de la injusticia.
A pesar de no contar con servicios básicos y los niños crecen limpiando sus silos y baños comunes, en ese cerro maduran en silencio muchos genios, ya lo verán.

No hay comentarios:
Publicar un comentario