El reencuentro

Me enseñaron ésta foto luego de 27 años, ahí me veo junto a mis compañeros y compañeras de la secundaria, recordé entrañables momentos de la adolescencia, aquellos tiempos de preocupaciones abstractas y de sueños perdidos. Me reencontré, en cada diálogo, con una oración infinita de experiencias cargadas de aprendizajes y desaprendizajes.
Fueron 5 años claves de nuestras vidas que compartimos más que aulas, compartimos pasiones, con cada uno hay un recuerdo en especial, con algunos proyectos pendientes y con otros sueños por desatar. Sin saber muchos de ellos han marcado mi forma de relacionarme con los demás, y es que en la adolescencia es cuando consolidamos nuestras habilidades sociales superiores, aquellas que los científicos llaman empatía; cuanto me dolió al saber que algunos ya no están y por diversas circunstancias murieron llevándose tantas preguntas ingenuas por resolver y porque no abundantes y crueles bromas por ejecutar; como me hubiera gustado decir a Juan Carlos Huamancaja por ejemplo que hoy ya soy docente como alguna vez bromeábamos y actuábamos por el día del maestro.
Pero si algo no ha cambiado de mis compañeros fueron sus temperamentos, el pausado ese día fue pausado, el reservado ese día fue reservado, el hiperactivo ese día desató sus emociones sin cesar, todos con los años cargados en el rostro y sus arrugas de cuarenta se mostraron tan igual como hace 27 años.
Y si algo no ha cambiado en mis compañeras han sido sin dudar sus sonrisas, son las mismas, incluso sus gestos que rodeaban esas sonrisas, increíble contemplar como antaño la manera como movieron delicadamente sus manos al hablar, incluso la risa en su sonido y su duración, todo fue igual, fue mágico escucharlas después de tanto, como si convivieran conmigo, sin saberlo en mi subconsciente siempre esas risas han estado dentro de mi y ahora veo que estarán para siempre por su intenso significado.
Es increíble como luego de tanto tiempo, casi una media vida, uno puede re-conectarse con el casi extraño esa confianza plena que había en esos tiempos, esos señores y señoras con hijos y algunos con nietos revivieron en un segundo su honesta y verdadera hiper personalidad alegre que todos escondemos sin querer por culpa de la madurez.
En definitiva los reencuentros nos ayudan sobre todo a dos cosas, mirar hacia atrás para evaluar tu camino a la luz de los sueños compartidos en tiempo puros y limpios (adolescencia), nos ayuda a evaluar lo vivido, a sentir lo transitado, pero también te ayuda a comprender el futuro incierto, pues uno se siente joven y vital e inmortal, al saber que nuestra esencia y rebeldía siguen intactos si descascaramos lo senil con nuestros cómplices de la vida, los amigos de toda la vida.
Decía Leonardo Boff que “estar feliz es un momento, pero ser feliz es un estado prolongado y éste se prolonga porque es siempre recreado y alimentado", los reencuentros justamente recrean nuestras vidas y alimentan nuestros aprendizajes mirando el presente pero valorando lo que fue y pasó.
Gracias amigos por reconstruir en mí esas virtudes que creía ausente

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